El mundo empresario le cree al ministro de Economía, Luis Caputo. O al menos en lo que tiene que ver con la política cambiaria. Desde el Gobierno repiten hasta el hartazgo que el esquema de bandas para la cotización del dólar no corre peligro de extinción, y los industriales entienden que efectivamente ese será el camino por el que continuará la gestión libertaria.

“Cambiar en este momento no tiene demasiado sentido y podría generar algún ruido innecesario”, coinciden en las empresas. Después del resultado electoral del domingo, sería algo así como respetar la máxima de “equipo que gana no se toca”, aunque solo para lo que tiene que ver con el esquema cambiario, y no con el piso y el techo donde hoy se mueve la cotización del dólar oficial. Es decir, la duda central –y el reclamo- no tiene que ver con el esquema en si, sino dónde se ubicará la franja dentro de la cual se moverá la divisa estadounidense.
Básicamente, lo que la industria pide es que se cambien esos márgenes. ¿Cuánto? No hay una receta consolidada, aunque la mayoría habla de un avance de, al menos, entre un 10% y un 15%.
Al cierre de este martes, en $ 1.495 en el Banco Nación, si se movieran las bandas y el nuevo piso creciera en torno de lo que piden los empresarios, se ubicaría muy cerca de los $ 1.650.
Pocos son los empresarios que quieren blanquear su expectativa devaluatoria porque, afirman, “no quiero que después desde el Gobierno salgan a decir que soy un mandril”, aunque todos los consultados por Clarín –con distintos argumentos- esperan que la banda de flotación suba algunos escalones.
“Con este dólar es muy fácil importar y los que fabrican no pueden competir por una simple cuestión de costos. El dólar tiene que ir un poco más alto porque sino la competencia entre lo que se produce en el país y lo que llega desde afuera es muy desigual”, apuntan desde una empresa con varias plantas productivas en la Argentina.
En el mundo del agro –especialmente en el segmento de los granos- la sensación es la misma. Un dólar más alto ayudaría, sobre todo, a los segmentos exportadores. “El resultado electoral seguramente permitirá darle mayor respaldo y estabilidad al mercado cambiario y eso redundará en un mercado de granos con mayor dinamismo”, sostuvo a Clarín Gustavo Idígoras, aunque agregó que “no veo intención del equipo económico de introducir ajustes en las bandas”.
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Hay otros sectores, en tanto, que están obligados a mirar todo con una doble vara. Algunas industrias, como ciertas alimenticias o las que fabrican productos de consumo masivo, también miran con recelo el ingreso de mercadería importada –por lo que no analizan de forma negativa un dólar más alto-, aunque también ellos mismos importan insumos o productos terminados.
“Ya conocemos esa parte de la historia. Un dólar más caro nos obligaría a reacomodar precios, hoy un tema muy delicado porque con la baja del consumo que se viene agravando es algo muy complejo de hacer ya que no ayudaría a una mejora en las ventas”, sostuvieron desde una de las principales firmas de consumo masivo.
Hoy esos aumentos en las góndolas llegan muy a cuentagotas, aunque desde hace tiempo las empresas vienen sosteniendo que deberían realizar un mayor retoque en sus precios.
El dólar que viene
Más allá de si el Gobierno se inclina o no por la devaluación que reclama el mundo empresario, lo cierto es que en muchas compañías ya trabajan con presupuestos que prevén un dólar de entre $ 1.600 y $ 1.700 para fin de año, y que crece hasta los $ 2.000 para el arranque de 2026.
Por el momento, el Gobierno elige no dar pistas respecto de lo que hará con el corrimiento de la banda de flotación y solo confirma que mantendrá el sistema. De hecho, recientemente el ministro Caputo aseveró que “con el dólar dentro de las bandas, siempre puede estar más arriba. Siempre dentro de lo que son las bandas, donde esté, es donde el mercado diga”.
El ministro Caputo dijo que se siente «cómodo» con el dólar en torno de los $ 1.500. Foto: Emmanuel Fernández
El Gobierno sabe, además, que una devaluación tendría un impacto sobre dos variables que prefiere mantener en calma. Una de ellas es el poder adquisitivo y la otra la inflación, que en septiembre se posicionó por encima de 2% (fue de 2,1%), un límite que la gestión libertaria no quiere superar. Para octubre, incluso, algunos trabajos privados hablan de que el IPC habría sido superior, entre el 2,3% y el 2,5%.
La realidad también muestra que el mismo mercado va llevando al dólar al tope de la banda. En la apertura del lunes pasado –en los primeros movimientos postelectorales- llegó a caer incluso por debajo de los $ 1.400, aunque luego fue subiendo y cerró en $ 1.460. Y ayer ya se ubicó en los $ 1.495.
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